A un bloc d´educació ambiental, no podem deixar de ressaltar les meravelles naturals que tenim a la nostra comarca. Per sort, en som uns quants apassionats que les observen, les coneixen i ens les ensenyen. Així hui, tenim la sort de comptar amb les observacions d´aus del nostre company Ángel Bereje, que ens posa al dia del que significa la tardor al món de l´ornitologia.

 

En cuanto los días acortan y las temperaturas bajan, los amantes de la observación de aves se frotan las manos con regocijo. Se acabó la sequía veraniega. Ya no hace falta viajar lejos para ver especies extrañas en nuestras tierras. Ahora son ellas las que vendrán a visitarnos. Pero hay que estar muy atentos para verlas pasar.

 

 

Después de sacar adelante a sus pollos, muchas especies de aves deciden tomarse unas vacaciones más al sur, en latitudes más cálidas. De este modo, inician bien solitario, bien en familia, o también formando enormes bandadas, un viaje de centenares e incluso miles de kilómetros hasta sus cuarteles de invierno. Es lo que conocemos como migración post-nupcial. Pero dentro de las aves migrantes podemos distinguir tres tipos, atendiendo al origen y destino de su trayecto: 1) aves en paso; 2) migradoras parciales; y 3) invernantes.

 

 

Las aves en paso vienen del norte de Europa, incluso del Ártico, y cruzan el Mediterráneo por los puntos más estrechos (Gibraltar, el Bósforo, Sicilia…) para llegar hasta África donde descansarán hasta la llegada de la primavera. El charrán ártico (Sternaparadisaea) va más allá, hasta la Antártida, para aprovechar la abundancia de alimento del verano austral. Aquí podemos observar muchas de ellas en vuelo hacia el sur, descansando o alimentándose frenéticamente para proseguir su larga ruta, que incluye atravesar el temible desierto del Sáhara. Tres especies representativas son el andarríos bastardo (Tringaglareola), el águila pescadora (Pandionhaliaetus) y el papamoscas cerrojillo (Ficedulahypoleuca).

 

 

 

 

Las migradoras parciales no provienen de lugares tan lejanos. Su movimiento es más bien un descenso a cotas bajas, y pueden desplazarse unos pocos kilómetros. Prefieren criar en lugares frescos, y por eso escogen las montañas o la enorme meseta interior española. Pero en esos lugares los inviernos son terribles, así que se van a las zonas costeras, a los valles y otras tierras bajas con un clima más suave. Son especies comunes como el petirrojo (Erithacusrubecula), el colirrojo tizón (Phoenicurusochruros) o el mosquitero común (Phylloscopuscollybita).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las aves invernantes suelen venir de la tundra. Están preparadas para soportar el frío, pero no podrían aguantar los calores del trópico. España y las costas mediterráneas les parecen ideales en el crudo invierno. El correlimos tridáctilo (Calidris alba), el cormorán grande (Phalacrocoraxcarbo) o el bisbita alpino (Anthusspinoletta), se ven sobretodo en ambientes acuáticos.

 

 

 

Entre finales de agosto y primeros de noviembre millones de aves pasarán sobre nuestras cabezas. Es una época dorada para todo buen pajarero, que no se separará de sus prismáticos ni para ir a la compra. Y no estoy exagerando. El otro día fui al Mercadona a por pan con mis prismáticos colgando, y gracias a eso pude disfrutar del vuelo de un halcón de Eleonora justo frente a mi casa. Esta especie retrasa la cría de sus polluelos hasta finales del verano, porque aprovecha la migración de los pajarillos para cazarlos sobre el mar, donde no tienen escapatoria. Bien entrado noviembre se va hasta Madagascar, de donde no regresará hasta mayo o junio.